martes, 30 de noviembre de 2010

Miedo al éxito. Miedo a la felicidad.

Apenas la noche del domingo pasado, en conversaciones con una persona súper especial surgió el tema de los miedos.  En particular una especie de terror que se va apoderando de nosotros en algunos aspectos de la vida que resultan absolutamente perjudiciales para nuestra realización personal.

El miedo a éxito.  El miedo a la felicidad.

Pues resulta que es bastante común conseguirnos con la elección entre la comodidad de algo que nos satisface a medias y el riesgo de un cambio que aparentemente nos llevará a una mejor situación.  Es natural sentir temor ante el cambio, el miedo a lo desconocido es la base de la mayoría de los miedos.

He conocido casos en los cuales el riesgo es mínimo y la ganancia promete ser estupenda, pero el miedo ha paralizado a quienes han tenido la oportunidad en sus narices y la han dejado ir por la tranquilidad que representa la “estabilidad” que sienten en el momento.

Mejor malo conocido que bueno por conocer es lo que dice un viejo dicho. ¡Pues que cosa más absurda!  Así, claro que tendremos infinidad de malos momentos.  Nunca preferiré quedarme con algo malo cuando en el mundo hay tantas cosas prometedoras.

Un simple ejemplo.  Mi país.  Lo adoro, de cabo a rabo.  Es una belleza, es una maravilla porque tenemos un pequeño planeta entero aquí.  Nieve, desierto, playas, montañas, selvas, ríos majestuosos y los tan famosos tepuyes.  Nada se compara con esta hermosa tierra, sin embargo está encaminada por muy mal rumbo, lamentablemente sus valores morales actuales no son o que eran en mi niñez y no quiero que mis hijos crezcan en un lugar con 40 muertos cada semana.  Me niego a ser un padre de luto.  ¿Solución?  Mudarme de país apenas esté preparado, que no es dentro de mucho, por cierto.  Con la ayuda de Dios, todo saldrá como lo espero.  Y claro, algun@s dirán: ¡Pero que loco! Irse sin familia, sin nada, a la deriva.  ¡Yo nunca lo haría!  Claro, el miedo es quien habla con semejantes palabras.  Yo no he dicho que me vaya a ir a otro lugar con un taparrabos a pescar en la orilla del mar.  Soy un profesional y sé que con planificación y buena actitud, todo se puede lograr.

Cuando hablamos del ámbito amoroso, en la mayoría de las ocasiones sentimos temor de repetir situaciones que nos han resultado dolorosas.  Hemos confiado y hemos sido traicionad@s.  Hemos amado y hemos sido dejad@s, engañad@s, maltrad@s o, de alguna manera, violentad@s en nombre del amor.  Entonces, de alguna forma, resulta que ¿debemos pensar que “algo malo” pasará porque así son las cosas siempre? ¡PUES NO!

El miedo te pisará si lo dejas El miedo es como un ancla.  Es miedo es un peso inmenso que no te deja mover.  El miedo hace que renuncies a tus sueños.  El miedo hace que te escondas.  El miedo sólo te habla de cosas malas.  El miedo sólo busca aislarte y controlarte.  El miedo no te deja ser libre.  ¡ROMPE CON EL MIEDO! No le hables y no dejes que te hable.  Porque sólo quiere mal para ti.

He escuchado como si fuera una explicación razonable: es que la gente no está acostumbrada a tanto amor.  Válgame.  ¡Que horror! ¡Me quieren demasiado!  Mejor corro, porque esto de tener todo este cariño me es totalmente desconocido.  Yo digo que no.  Yo digo que debemos aceptarlo, debemos disfrutarlo, debemos recibirlo.  Porque siempre somos nosotr@s mism@s quienes nos negamos las mejores cosas de la vida.  Somos nosotr@s quienes nos negamos a conocer a mejores personas.  Nos negamos a tener mejores trabajos.  Nos negamos a conseguir ese amor bonito que hemos buscado durante años, sin éxito con la sola excusa de que nos asusta que nos quieran justo como lo hemos deseado.  Nos negamos a tener éxito en la vida porque solemos conocer y escuchar más de fracasos que de éxitos.  Y está claro por qué.  No se aprende tanto de un éxito como de un fracaso.  Los fracasos nos permiten pulir detalles, reconocer errores, perfeccionar planes y cambiar actitudes.  Pero no porque esos fracasos sean más populares para el aprendizaje, nos tenemos que volver adictos al drama.

Yo pienso que aunque hay que estar preparado para lo peor (o por lo menos tratar), siempre debemos esperar lo mejor.  Yo creo en la buena fe, creo en el buen corazón, creo en que existimos más personas de buen corazón que el contrapuesto.  Yo creo en el amor.  Y aunque he estado muy tentado a despotricar de él y hasta del mismísimo Cupido, hoy en día confío.  Confío ciegamente en mi amor, porque algo tan bueno no puede resultar en nada malo.  Entrego mi amor a brazos abiertos.

Offering a hug Al llegar a la oficina, lo hago con una sonrisa, reparto apretones de manos, palmadas en la espalda y abrazos por doquier.  ¡Y vaya si se siente estupendo!  Es una maravilla.  Es genial ver como alguien que está despidiéndose al final de la tarde se devuelve entre sonrisas y protestas con el único fin de no dejarte con los brazos extendidos.  Es estupendo ver cómo alguien que llega usualmente sin un sólo minuto para compartir más que un rápido “buenos días” se toma 10 o 15 segundos para acercarse y darte un abrazo cálido que le genera una sonrisa.  Y ni hablar de uno de mis mejores amigos.  A él lo saludo con un gran abrazo cada vez que lo veo, y le digo: te quiero mucho, mi amor.  Y, en ocasiones, hasta un beso en la cabeza le doy.  Y no me importa lo que pueda decir el mundo.  Eso crea un ambiente envidiable de sonrisas y buena vibra a mi alrededor que me hace sentir cada día que esa es la manera en la cual se deben hacer las cosas.

Yo digo te quiero, te amo, te adoro.  Lo digo varias veces al día.  Sólo hoy le dije tres o cuatro veces a mi hermana ¡Te amo! mientras terminaba de desenredarme de sus brazos para ir al gimnasio.  Ella me respondió que había ironía en aquellas palabras.  Mi respuesta no se hizo esperar…  La abracé con fuerza y le dije: Nunca.  En esas palabras no hay ni una gota de ironía. Te amo.  Ella sonrío y cuando me dispuse a bajar las escaleras, sólo me abrazó desde la espalda sonriendo y buscando juguetear conmigo hasta que llegué a la planta baja de la casa.

Gracias a esta actitud he conocido gente maravillosa.  Claro, también he conocido gente que sólo me ha enseñado cuán vacía puede estar una persona, cuán triste puede ser la vida de alguien que no busca mejorar su propio ser sino que busca tumbar a los demás para que estén a su nivel.  Sin embargo, el saldo es positivo.  Así que nada de lo que pase me hará voltearme a escuchar al miedo de nuevo.

¡Vamos gente! Confíen un poco.  No digo que se vuelvan “creyones” de tanto creer…  Pero no es tan difícil pensar que nos merecemos la felicidad que tenemos frente a los ojos.

pe0072642 Como las semillas que vuelan del Diente de León, sin miedo, hacia su destino, así debemos nosotr@s volar hasta conseguir el sitio donde nuestro amor germine y crezca libre de cualquier opresión.

Palabras de Sabiduría:

El Ser humano es feliz en la medida en que es consciente de que posee un talento capaz de transformar la mueca de un dolor ajeno en la sonrisa de una alegría

Anónimo (hasta que alguien lo refute)

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