jueves, 26 de agosto de 2010

Prosa - Cartas a destiempo (arriba de la mesa)

Vaya, después de un no sé si muy merecido descanso de letras, vuelvo con más.  Inicio este ciclo con palabras de una chica que conozco apenas de vista, de unas cuantas palabras frente a frente y un montón de bromas sanas en un chat.  Así como en “Diego, mi Diego”, Mandrágora lanza una reflexión al aire, al espacio, mejor dicho…  Al ciberespacio.

No puedo decir que estoy plenamente de acuerdo con sus palabras, pero sí puedo decir que llaman a una profunda reflexión de lo que hacemos, lo que vivimos y cómo podemos vivirlo.

Sin más preámbulos, los dejo en compañía de las palabras de Mandra.

Cartas a Destiempo (arriba de la mesa)

Hay que ser yo para entenderme. Vivir día a día en esta piel y tras estos ojos creadores de su propia perspectiva. Agitarse desde lo profundo en tempestad sin el más mínimo gesto. Racionalizar el amor, desmembrarlo, estudiarlo bajo el microscopio más exacto y aún después, declararlo sentimiento divino sin razón alguna.

Decir amigo, hermano, decirlo desde dentro del útero, dónde se crea la vida y los grandes lazos. Hablar fuerte, ser fuerte, con descaro, el descaro del que nada le importa el qué dirán.

Temer a la muerte no por ser el final, sino por una injusta pérdida de conocimientos, de experiencias que se van al insondable vacío. Arrancar desde el alma el sentimiento más fuerte y enviarlo a la no existencia, para siempre.

Amar a los animales, aborrecer a los traidores, bendecir a los amantes, respetar lo respetable. No arrepentirse nunca. Desear desde los tuétanos, entregarse hasta el reverso. No mentir. Quizás matar. 1, 2, 3, conservar amistades que lo sean, desechar al resto (no valen mi tiempo).

Ser el amor de la vida de uno, varios, de todos los que amé.

Poesía. Poesía. P o e s í a. Volver a los versos.

Nunca decir te amo primero. Mirar al futuro y encontrar una casa, dos plantas, un balcón de madera, escritorio, vista a la montaña en un pueblo de calles de piedra, lleno de flores y escribir, escribir hasta que duela, escribir hasta que deje de doler.

Tener una filosofía de vida: Si hablas de mí, me dejas de escuchar. No dar perlas a los cerdos, ni información a los chismosos.

Partir sin dar explicaciones con el pensamiento claro (sabes lo que hiciste, lo que no sabes es que me enteraría). Hacer magia, nacer medio bruja, medio morir antes de los treinta. Estudiar la palabra, cuidar la palabra, acariciarla como al hombre de tu vida - abre la boca e inmortalízate en la ez o la gloria –.

Tener un buen par de ovarios para decir: "Lo que nunca te voy a perdonar, es que teniéndolo todo para ser especial te conformaste con ser otro más". Sin que tiemble la voz, sin que importe el siguiente paso. Y aún así, siendo, haciendo, teniendo todo ello, hay que ser yo para entenderme porque nadie tiene la perspectiva con que cada mañana decido crear el mundo.

La Mandrágora

Ciertamente hay que mirar hacia uno mismo para entenderse, hay que pensarse, hay que reinventarse de cuando en cuando, hay que pensar, a veces, hay que actuar otras tantas.  Hay que aprender, por encima de todo, aprender.  Porque a diferencia del pensamiento de Mandra, en mi opinión la muerte no es sino el paso a un nuevo episodio de la gran historia de nuestras vidas.

Vivir con intensidad no significa volverse loco y beber, drogarse, tener sexo salvaje sin control alguno y hacer cuanta cosa sea posible para violar leyes, normas y cánones sociales.  Vivir con intensidad es admirar la belleza en las cosas más simples.  Es mirar el mundo con los ojos de un niño.

Gracias Mandrita por este nuevo aporte.

Palabras de Sabiduría:

Inocente es quien no necesita explicarse

Albert Camus