jueves, 4 de marzo de 2010

Niños… ¡Que maravilla!

Hace apenas unos días, mis mejores amigos fueron a mi casa porque un par de ellos querían cambiar el reproductor del carro y a cuenta de que soy “todero” (dícese de la persona que hace de todo) me dijeron que lo hiciera…  O mejor dicho, me ofrecí a hacerlo yo para que no tuvieran que pagar por ese trabajo, relativamente sencillo.

El hecho es que mi sobrino (el hijo de dos de ell@s) también estaba en el combo de la visita y pues el chamo a veces se pone un poco malcriado, como buen niño de apenas 4 años y que despega menos de un metro del piso.

Pues por la negativa a hacer algo que él quería, fue y se agarró de una reja en una ventana, y cuando fui a agarrarlo para darle un abrazo y lo cargué, se lastimó con la reja…  :-S  Nada bien.

Por supuesto, rompió en llanto, en parte por el dolor y supongo en parte por no haber podido hacer lo que quería.  El punto es que tratamos de consolarlo…  Pero como no hay mejor cosa que una madre y un padre para consolarlo a uno cuando algo así pasa, pues me retiré a seguir con el trabajo que tenía entre manos.

De pronto entre amapuche y amapuche (léase amapuche como abrazos, arrumacos y cariños), en brazos de su mamá, su papá le dijo que si no le daba un besito, se lo iba a comer…  Y por supuesto el chamo comenzó a ocultarse entre los brazos de su mami…  De pronto se bajó y comenzó a correr riéndose, gritando “mamá, mamá…  sálvame…  ¡me come!”.

Tal cosa me tranquilizó mucho, pues eso significaba que ya el dolor había pasado y entrábamos felizmente en el terreno de los juegos de nuevo.  Es sentir ese alivio de saber que todo está bien.  Eso que sólo los niños pueden hacer dentro de toda su inocencia.

Pero de pronto, entre los jugueteos y los sonidos habituales de un padre correteando al hijo entre risas y el niño escondiéndose detrás de la mamá (que está incluida en el alboroto aunque no quiera), un grito me sacó completamente de la concentración que me hacía escuchar todo como si fuera muy lejos y lo puso de nuevo en primer plano. “¡Tío! ¡Tío! ¡ayúdame!”

Cuando escuché eso…  Pues algo se sacudió dentro de mí…  Adoro a ese enano, pero saber que aunque fuera un juego, me buscaba pidiendo auxilio fue algo tan grande y maravilloso...  Es sentirse no sólo querido, sino además necesitado…  Por nada más y nada menos que un niño…  En su necesidad no hay malicia, no hay segundas intenciones, no hay interés…  Sólo hay la búsqueda de alguien que él siente que lo puede proteger.  Sí.  Después de ese momento, se abrieron nuevos puntos de vista para mí…

Palabras de Sabiduría:

Todo adulto necesita un niño a quién enseñar, en esa forma aprenden los mayores

Anónimo (hasta que alguien chille)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario, nada es más gratificante que saber que algo de lo publicado en este blog resonó de alguna forma en tí!