jueves, 23 de enero de 2014

Reflexiones de fin de año de una madre al 100%

En los últimos días del año, las redes sociales se llenan de mensajes resumiendo y agradeciendo los logros y las metas obtenidas, cada uno a su estilo personal y según sus creencias va haciendo una especie de memoria y cuenta de lo que fue su vida durante ese año que llega a su final. Entre esas tantas, tantísimas memorias que leí la última semana del 2013, encontré quienes agradecían sus logros profesionales, viajes, logros académicos, etcétera y mientras más leía, aparte de mis acostumbradas bendiciones por los éxitos ajenos y mi honesta contentura por la satisfacción de mis amigos, allegados y demás contactos, dentro de mí iba naciendo una especie de incomodidad, de vacío o inquietud, una voz que me repetía, primero muy suave y luego más fuerte: “Y yo qué hice? ¿Cuáles fueron mis logros, si no trabajé, no estudié, no gané mucho dinero, no viajé al exterior, no me destaqué en mi carrera?”; entonces caí en cuenta de que estaba siendo muy dura e injusta conmigo, que aunque mis logros y aprendizajes quizás eran menos tangibles para el mundo materialista que nos gobierna hoy día, yo me había destacado en lo más importante de mi vida. Cariñosamente comencé a responder mi pregunta y poco a poco me inflé de orgullo y mucho agradecimiento a Dios y a la vida. Esta fue mi respuesta:

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Este año 2013 cambié pañales, muchos pañales, pasé horas amamantando, me perdí una y mil veces en la mirada de mi hija, canté muchas canciones de mi infancia, algunas que aprendí por internet y todas las de Hi5, Backyardigans e incluso algunas cuñas de juguetes. Este año, aprendí de la paciencia, del amor incondicional, de la entrega total. Este año aprendí que cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo, que "cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro y el corazón afuera", como escribió Andrés Eloy Blanco. Este año pasé mi primera noche en vela cuidando que una fiebrecita no subiera. Este año descubrí que mi hija tiene la sonrisa más tierna y hermosa del mundo! Que pase lo que pase, la fuerza que da el ser madre nunca se acaba. Que su sueño, su felicidad, su salud, vale más que todo el dinero y la fama del mundo. Descubrí que hay momentos que no me perdería ni que me ofrecieran lo que me ofrecieran. Este año me descubrí madre, me redescubrí hippie, este año el mundo me interesa más porque mi hija vive en él. Este año, aunque no figuré, siento que hice lo más importante de mi vida y apenas comienza esta hermosa labor... Poco a poco volveré a dedicarme a mí, a mis cosas, a mis otros sueños... Porque definitivamente si algo puedo decir que aprendí este año, es a reconocer el valor de la familia, el valor de lo invaluable, el valor del amor!!

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